Casi que nos vamos de vacaciones, ¿no?

Ya estamos a jueves, y mañana ¡¡me voy de vacaciones!! No sin ganas, la verdad. Madrid, ciudad en la que vivo, tiene un montón de cosas que me encantan, pero concretamente el verano ¡NO! El calor es insoportable hasta tal punto que me deja arrastrasda, física y mentalmente. Es como que no encuentras sitio donde resguardarte: el asfalto arde, el aire pesa y las piernas flaquean... pero si tengo que elegir un lugar donde la quinta nota de la escala musical calienta hasta límites insospechados, me quedo con la Puerta del Sol (quizás por eso se llama así). Paso por ahí casi a diario y la sensación del astro rey rompiéndote la cara es alucinante. Pero bueno, tengo que admitir que en invierno agradezco todo lo que sale el sol en esta ciudad. Me chifla ir abrigada hasta los dientes, con un frío de justicia pero con ¡¡Lorenzo sonriéndote de oreja a oreja!!

Otra de las razones por las que el verano aquí me cuesta, es porque en el mes de Agosto Madrid se queda desértico, y me resulta un poco triste. Es una ciudad que prefiero en esencia, con su ritmo habitual, rápido y un poco caótico (aunque en ocasiones me estrese), y no realentizado y dormido.

Así que... ¡¡carretera pa´l norte!! A Galicia (miña terra galega). Espero aprovechar mis días todo lo que pueda: desintoxicarme de la urbe, a ratitos no hacer nada, acabar de leerme un libro que me tiene enganchadita perdida, seguir contando cositas por aquí, inmortalizar momentos, estar con mi  familia, comer mu rico, salir de vinitos, cañitas, juerguear con mis amigos, improvisar, improvisar e improvisar... y si el tiempo acompaña, saborear una de las sensaciones que encabezarían mi ranking de "cosas que me hacen sentir bien" : ¡Tumbarme al sol después de un súper baño en el mar!

Lo dicho... ¡vámonos!